martes, 23 de febrero de 2010

Mi amigo Kaputt

Cuando dices que trabajas en un hotel de Torremolinos, y de noche, la gente inmediatamente lo asocia con "guiris" que llegan borrachos y con los que hay que lidiar. Por mi experiencia propia durante casi 2 años lo suelo desmentir. Hombre, es innegable que ocurre, pero no con la frecuencia que la gente cree. Lo más curioso es que el personaje que ahora nos ocupa sí se corresponde con esta imagen de guiri que llega pasado de copas, y que se presentó en mi vida cuando menos lo buscaba y cuando menos pegaba: en días de Imserso.
Supongo que eso ya es motivo suficiente para sentarte en la barra de un bar a fundirte las reservas del cantinero de turno. Al menos, si yo fuera a parar a un hotel en el que la única persona con los todos los huesos (excluyendo quizás algún tornillo del cráneo) en su sitio soy yo, quizás me replantearía que el alcohol no es tan malo después de todo. Desinfecta las heridas, al fin y al cabo.
Mi amigo debió pensar igual, y no le fue tan mal porque aprendió español como por generación espontánea: las palabras se fueron formando alrededor de sus neuronas desmintiendo la leyenda urbana de que el alcohol las destruye. Perdonad, las neuronas no se crean ni se destruyen: sólo se transforman. Lo dice mi estudio científico, tan riguroso como los de Actimel. En él, se observan a dos sujetos (éste y otro más, que no es guiri pero lo parece) cuyas neuronas, al contacto con el alcohol, mutan. Sí, sí, mutan y se transforman en otro tipo de neuronas, las neuronas idiomáticas. Lo curioso de este fenómeno es que es reversible: si el alcohol desaparece, estas neuronas vuelven a su estado anterior, resultando en el consiguiente olvido del nuevo idioma.
Total, que mi amigo se había bebido, por suerte o por desgracia, el equivalente a medio castellano. Llegó bastante tranquilo, aunque intentase abrir una docena de veces una puerta que era obvio que no se abría. Yo le ayudé, y el se sinceró conmigo: "Yo, Kaputt". Mi respuesta: "Jar jar jia". No se enrolló y subió. Tranquilamente volví a mis que-no-haceres, que no describiré, pero para que os hagais una idea no deseaba que me volviera a molestar. Él, consciente de ello por unos procesos cognitivos que posee el "cliente moscus cojonerus", por los cuales éstos tratarán de joder tus deseos, llamó a la recepción. Con su castellano, tan bueno que habría preferido hablar con el en húngaro, me preguntó si podía llamar desde la habitación, a lo que le insté a que llamase desde las cabinas en planta baja.
Bajó, lo que me provocó una inmensa satisfacción, se aproximó a la recepción y me pidió cambio a la par que arrojaba de su mano un billete de 50€ totalmente arrugado. Hecho una bola, para más señas. Y yo sin prácticamente cambio (procesos paracognitivos del moscus cojonerus). Me estrecha la mano y allá que se dirige a las máquinas de vending (¿?), y tras mucho trastear, no saca nada. Ahora sí, a llamar por teléfono. Vuelta. Bola de 5€. Me deja sin monedas (este cliente en particular tenia unos procesos cerebrales bastante desarrollados).  Manos. Cabinas. Llamada. Bola de 10€. "No tengo cambio, amigo". Insiste. Tengo que sacar cambio de mi cartera.  Estrechamiento de manos. De nuevo vending, y ahora sí saca patatitas y demás. Sube a su habitación. "Gracias, Mr. Kaputt".
El numerito me costó la ropa interior, tal fue el incremento de tamaño del interior de mis bolsas escrotales (ante todo, hay que ser políticamente correcto). Haciendo alarde de un cerebro tipo, volvió a interrumpir mis que-no-haceres con otra llamadita. Mr. Kaputt volvió a abrir su corazón, y me confesó que yo era su amigo. "Tú, amigo". Qué tierno. Mi amigo, de nuevo en un castellano digno de un alumno de ESO o de un periodista deportivo, me pidió favores muy confusos. Eh.. no penseis mal, tan solo fue una mezcla ininteligible entre "quiero llamar a mi amiga", "llama tú a mi amiga" y "bajo y llamo a mi amiga desde TU teléfono". Mi respuesta fue una mezcla entre NO, No, y no.
Colgó y empecé a ser feliz de nuevo. Durante 10 segundos, lo que tardó en volver a llamar. "Amigo, yo Kaputt". La aclaración me ayudó mucho. Ahora me dió el teléfono de su amiga. Yo lo apunté, ni siquiera se por qué. De nuevo me soltó la retahila de antes... y de nuevo le dije que bajara y usara las preciosas cabinas...
Y otra vez abajo... "Amigo, voy fuera". Me faltó acompañarle de lo dichoso que me hicieron esas palabras. Tras un rato que se hizo eterno, volvió. Sólo, para mi sorpresa, porque ya sentía curiosidad por conocer a la arpía que ocupaba la otra mitad del corazon de Mr. Kaputt, mío por méritos propios, que seguro que yo lo aguanto más que ella.
Y, señoras y señores, apretón de manos y "Buenas noches, amigo". Sube a su habitación y, a pesar de lo que podais creer, no volvió a molestar... Por suerte, salía esa misma mañana, así que no me tocó aguantarlo otra noche más. Me habría pedido la excedencia.
Supongo que ya no podré decir que no suelo cruzarme con guiris borrachos. ¡¡Recordad darme un collejón si lo hago!!

5 comentarios:

Vane :P dijo...

jaja ale y sus aventuras!!! anda q nos vas a tener entretenidos con esas fantasticas noches que has pasado en los hoteles...!!tienes para largo! XD

Evitis7 dijo...

jueee cada vez molan mas las historias ^^
xo la verdad esk sinceramente no me he enterado mucho pero bueno, m he kedao un poco cn la copla
sigue así alesito! ^^

Elengor dijo...

No es para menos, el tío me dió un mareo de no te menees...

Belen dijo...

Jajaja, me encanta. Esta no la habias contado.

Elengor dijo...

Porque esta ha sido muy reciente y me la reservaba para el blog jajaja